domingo, 7 de febrero de 2010




¡Oh, Señor!


El Espíritu se llena de tu cariño,
en esta mañana de angustiante visión,
Llorando me acerque de rodillas,
Apresurada por conseguir consolación.


El Espíritu se enterneció al oír tu voz,
Al conocer que escuchaste mi oración,
Fatigada del diario trajinar,
Me vi envuelta en su confusa dirección.


El Espíritu cuan guardián fugitivo,
Cautivado por tu gloriosa plenitud,
Me forzó a tener fe en el refugio que me das,
Sé que lo perdí, al recorrer las calles y escuchar otra visión.


El Espíritu me hizo regresar,
a tu mesa ¡OH, Señor!
Porque desesperada estaba con tan amarga confusión,
En los laberintos de la vida camino a la eterna perfección.



Adalid