¡Oh, Señor!
El Espíritu se llena
de tu cariño,
en esta mañana de
angustiante visión,
Llorando me acerque
de rodillas,
Apresurada por
conseguir consolación.
El Espíritu se
enterneció al oír tu voz,
Al conocer que
escuchaste mi oración,
Fatigada del diario
trajinar,
Me vi envuelta en su
confusa dirección.
El Espíritu cuan
guardián fugitivo,
Cautivado por tu
gloriosa plenitud,
Me forzó a tener fe
en el refugio que me das,
Sé que lo perdí, al
recorrer las calles y escuchar otra visión.
El Espíritu me hizo
regresar,
a tu mesa ¡OH, Señor!
Porque desesperada
estaba con tan amarga confusión,
En los laberintos de
la vida camino a la eterna perfección.
Adalid